"Kind of Blue"
de Miles Davis
de Miles Davis
Cool: Es el álbum de jazz "par excellence" y lo expira por todos sus poros musicales. Precisamente porque no pretendió ser extraordinario – y en eso, de hecho, lo fue. [...]
Miles Davis. "Kind of Blue". Considerando que "blue" en inglés puede significar algo como "triste" o "deprimido", una traducción acertada del título daría "más bien triste"; "un poco triste"; "algo triste"; o, a sabiendas que "Kind of Blue" es una grabación paradigmática del modal jazz – el cual, en comparación con el frenético bepop (ver: Jazz at Massey Hall), permite permanecer en una harmonía por más compases y así desacelerar el ritmo - podríamos suponer como primer acercamiento una "modalidad triste". Bueno, ¿Y qué?
So What. La pieza que abre el disco parece señalar su programática. Ya no nos encontramos frente a una composición – o más bien frente a una serie de improvisaciones que pretenden sacar provecho de la genialidad individual de los músicos por medio de un tipo de competencia agónica. Quiero decir que la calidad musical del disco no reside sobre la movilización de energías improvisadoras por medio de incitar a los músicos a lucirse frente a los otros. Algo que por cierto asombra con la cantidad de grandes nombres que figuran en el elenco: Davis en trompeta, Coltrane en saxo tenor (su pega anterior a "A Love Supreme"), "Cannonball" Adderley: saxo alto, Bill Evans (del que quizás seguirá alguna reseña aquí) y Wynton Kelly: piano, Paul Chambers en el bajo y Jimmy Cobbs en la batería. Más bien tenemos en esta pieza que el bajo – un instrumento usualmente muy reservado - asume el tema principal. Y vemos: lo reservado, tirado hacia lo desganado, puede ser bastante cool.
El disco vive de su "understatement". Freddie Freeloader, número dos del álbum, tiene como eje principal un motivo descendente de dos tonos. ¿Nos lanzamos a lo que viene? – sí, pero con calma, en un vaivén de harmonías, lentamente meciendo tonos. Tranquilo.
Tercera pieza: Blue in Green. La "coolness" davisiana alcanza su paroxismo. Toda forma musical desvanece en una especie de ataraxia post-bepop. La competencia harmónica que hubiera dado forma a un tema es marginalizada. Nos sentimos más cerca a la tónica de una época – cualquier espectáculo variopinto se suspende en pos de dos colores fundamentales: el azul – tristeza, melancolía – y verde – frescura, ingenuidad. La pieza transpone a un estado de pre-natalidad cultural. Tristes por enfrentar al mundo, ingenuos por querer evitar su alboroto. Azul en verde. En la placenta musical del sexteto bajamos las armas del día a día.
Ya en All Blues empezamos corriendo nuevamente, madurando, marea saxofónica, pero con el fin glorioso a la vista: Flamenco Sketches. Susciten la ligera tristeza que acompaña un propósito no ya al emprenderlo o al lanzarse al mundo – tristeza vacilante -, sino al cabo de una misiva cumplida: ¿y eso sería todo? Vanitas y Coolness en un movimiento conjunto, estupefaciente. Y la soberbia del que sabe, dando bosquejos - sketches - de su maestría. Modalidad, digamos, de tristeza madura – no muy penosa, más bien altiva. También: Aires de andaluz.
Es el álbum de jazz "par excellence" y lo expira por todos sus poros musicales. Precisamente porque no pretendió ser extraordinario – y en eso, de hecho, lo fue. No en vano, Miles Davis sentenció en su autobiografía, que el álbum habría sido un fracaso. Quizás – sólo puedo especular - sea el producto de la leve tristeza ante el hecho de que las cosas de la vida nunca discurren en la dirección intencionada inicialmente. Es una tristeza que nace con la humildad del creador ante su criatura, que empieza a dar los primeros pasos y con esto haciéndose independiente de su genitor. Es, en fin, una tristeza muy humana. ¿La vida? Kind of blue, diría yo.
Escucha: Flamenco Sketches, de Miles Davis
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