En el primer día de una década por muchos denominada oscura para la música, el legendario power trio canadiense Rush lanzó "Permanent Waves". Este esfuerzo tenía la particularidad de comenzar un proceso de metamorfosis para la banda, desmarcándose así de épicas composiciones que rompían la marca de los 15 minutos, hacia una estructura menos compleja y más abordable para el mainstream. Cabe notar que como músicos fieles a sus raíces, este cambio no ocurrió de ninguna manera con la pulcritud que se esperaba, creando una amalgama destacada en la que predominan los enmarañados pasajes del progresivo por sobre la ligereza de géneros tales como el new wave y el reggae.
Abriendo magistralmente explota The Spirit Of Radio, contagiando alegría y haciendo un sentido e irónico homenaje a la industria discográfica moderna. El inconfundible riff inicial ejecutado por Alex Lifeson se diluye en los compactos golpes con que Neil Peart acaricia su batería, en compás con la apretada línea de bajo, para así soltar los versos extáticos cantados por el nunca bien ponderado - vocalmente - Geddy Lee. Los tintes de reggae en la sección media le dan un toque diferente, pero esta dirección es tan solo un atisbo de la transformación previamente mencionada. Le sigue Freewill, un himno agnóstico (el inevitablemente denso contenido lírico está siempre presente), que además llegó a ser una de las infaltables en presentaciones en vivo. Es acá donde el rango vocal del cantante toca techo, sin mencionar la eufórica sección instrumental en el punto medio de la canción. La atmósfera sombría que se ve penetrada por un haz de luz no podría haber tenido un título más apropiado que Jacob's Ladder. Ya se entienda por el fenómeno climático o por la alusión bíblica, el tercer tema del disco genera un sinnúmero de ideas, musical y anímicamente hablando. La políglota Entre Nous genera un sutil freno en el purísimo rock que se venía exponiendo. Los alegres sintetizadores se contraponen a la nostálgica y biográfica letra, para así lograr con su aterciopelada sección media un colchón que prepara para un punto de inflexión en el disco.
Después de proponer un repertorio transicional en su usual sonido, Different Strings es una tranquila balada en la que se vislumbra la influencia de Genesis o Peter Gabriel, apoyada principalmente por la perceptiva poesía que componen sus letras. Semejante momento de quietud es un acierto por parte de la producción, ya que para cerrar el disco, irónicamente se vuelve a la esencia de la banda, un himno progresivo cuyo académico título sólo se compara con el mecanicismo y la pericia en su interpretación. Natural Science logró quedarse en el setlist de los conciertos por un período prolongado, precisamente por sus delirantes cambios de tiempo y su miríada de diferentes secciones, a través de sus 9 minutos de educado deleite para el oyente. Pero, ¿qué puede ofrecer una canción cuyo título parece sacado de un currículum escolar? En primer lugar, las sesudas letras creadas por el baterista - sí, el baterista - a la vez de generar un progresivo alejamiento de perspectiva partiendo por el microcosmos bacteriano para llegar a la masiva sociedad de consumo, se cuestiona la misma supervivencia de la raza humana, a manos de nada menos que ella misma. Y después preguntan por qué tildan de nerds a quienes disfrutan de estas leyendas. Por otro lado, la técnica e imaginación en la instrumentación llegan a su cúspide en este tema. Ya sea en serena presentación con Tide Pools, la dura y matemática sección Hyperspace o el jovial estallido que introduce Permanent Waves, el virtuosismo y calidad de los músicos en composición e interpretación es tan explícita que llega a ser el punto cúlmine del disco. Una perfecta manera de concluir tan singular viaje.
Si bien los ochenta no fueron una etapa superior para esta banda canadiense, su primer intento de encajar fue magistral, y muy posiblemente accidental. La fusión de géneros que inevitablemente surgió con este LP es una acertada entrada a lo que iban a ser posteriormente los sintetizadores y las baterías eléctricas en un futuro no muy lejano. Por fortuna, la madurez y curiosidad de los sempiternos integrantes pudieron sacar a flote la totalidad de su creatividad, sin restricciones. Puntualmente, el principal valor de este disco es que es el adecuado para escuchar a la banda por primera vez. Así que, si el lector es de género femenino o no sabe lo que es el "Millennium Falcon", la invitación ya está hecha.
Escucha: Freewill, de Rush
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