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Sherpa: Música se dedica a reseñar álbumes de música, de todo género y de toda época. Resulta útil como herramienta para descubrir música nueva y explorar géneros nuevos. Regularmente tratamos de guiar a simpatizantes de la música como un sherpa por los confusos paisajes del mundo del arte musical con críticas de discos clásicos, interesantes y también lo más nuevo.

15-12-2010

Desde la cueva del oso

"Yellow House"
de Grizzly Bear
Envolvente: El trabajo lírico de Grizzly Bear no es impresionante; las canciones se limitan a la repetición de frases, al concepto explotado y al texto acotado. Sin embargo, cantar poco no es decir poco, sobre todo cuando los arreglos de las voces sirven como pie para un potencial enorme dentro de la banda. [...]
Los primeros acordes de un teclado que alude a la sicodelia de los '60 despiertan al oyente perdido, dándole una pequeña guía sobre lo que está por oír: nada convencional. Los golpes del piano avisan que lo que se aproxima puede ser muy bello, pero a la vez envuelto de un misterio que, si no se está preparado, puede dejar "mal" (como me ocurrió a mí). La primera vez que escuché "Yellow House" quedé inmerso en los ambientes que los 50 minutos del disco crean y frente al silencio final quedé en un estado que describiría como "me acaban de succionar la energía". Con esto no catalogo al disco de peligroso ni de malo, sino que atmosféricamente (tanto en instrumentación, ritmos y melodías) envuelve, y envuelve para no dejar salir fácilmente.
Quien esté familiarizado con lo que era Grizzly Bear antes de "Yellow House" tendrá claro que lo que sonaba era más que nada un minimalismo oscuro creado por Ed Droste, cuyo sello se encuentra en la superposición de pistas (voces principalmente) y el ritmo denso de la habitación donde se grababan los tracks. Ahora, la repetición deriva en formas y se exploran al máximo; la instrumentación simple se complejiza con la integración de un grupo de gran versatilidad; y por último, el sonido "de estudio" (con esto me refiero a un proceso de creación principalmente basado en la grabación) pasa a ser un sonido más "vivo", de manera que se siente una mente colectiva que late en pos de la creación de los sonidos de cada tema. Así también, quien conozca el historial de Daniel Rossen identificará las imágenes que afloran de las melodías que se caracterizan en los temas de su previo proyecto, "Department of Eagles", suprimiendo la parte más electro.
El trabajo lírico de Grizzly Bear no es impresionante; las canciones se limitan a la repetición de frases, al concepto explotado y al texto acotado. Sin embargo, cantar poco no es decir poco, sobre todo cuando los arreglos de las voces sirven como pie para un potencial enorme dentro de la banda. Musicalmente, a través del disco es posible encontrarse con dos grandes momentos.
El primer momento comienza con las tiernas melodías de Easier, primer tema del disco, donde la música abre un mundo inexplorado que Lullabye consolida en la siguiente pista, comunicando la catarsis que está presente en todo el disco. Aquí, tanto los acordes "rompedores" como las baterías inexplicables juegan a sorprender una y otra vez generando en el oyente un sentimiento de "¡cómo mierda compusieron esto!". Luego aparece Knife para darle un quiebre a este momento, siendo el único tema que, a mi gusto, fue sobre-puesto en el disco, desentonando con la estructura, ya que se presenta como un rock suave y delirante, nada que ver con el misterio exploratorio que había hasta ahora. Los dos temas que siguen cierran el primer momento, con un uso de matices y efectos que dejan un gusto muy rico en lo que se escucha, pero que van envolviendo poco a poco.
El segundo momento se caracteriza por usar el tempo bajo y las melodías estrafalarias para hacer sentir a quien escucha que algo no anda bien. El pesado avanzar de Plans descoloca, y la fuerza que adquiere el tema te va sumergiendo poco a poco en un lago difuso de material intocable. Así sucede también con lo que transmiten los temas que siguen, encontrando un respiro en On A Neck, On A Spit, donde el disco parece necesitar sustraer un poco de aire del primer momento, adquirir velocidad y luz, tan solo para sumergirse en lo más profundo. Reprise sirve como una angustia previa, aludiendo a melodías ya ejecutadas (pero con el aire de este segundo momento), para finalizar con Colorado. En este punto ya no se nos puede sumergir más, y Droste lo sabe y lo recalca preguntando "What now?" repetidamente por 2 minutos, acto musical que al final sirve para alzar los ánimos y mirar hacia atrás. Una travesía acaba de ocurrir.
Finalmente, "Yellow House" se posiciona como una caja musical extraterreste (y subterrestre), que merece ser escuchada por quien esté dispuesto y preparado para hacerlo. Una escucha en la micro no sirve, queda nula. Sólo se justifica la tranquilidad de una casa (sea amarilla o no) para abrirse a lo que pueda pasar mientras las ondas atraviesan los oídos y te elevan/sumergen en lugares tan recónditos, que vale la pena encontrarlos.
Escucha: Central And Remote, de Grizzly Bear

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